lunes, 26 de octubre de 2009

LA VERDADERA MANUELITA SÁENZ



Por Juan Carlos Vela
EL BOGOTANO ILUSTRADO, Octubre 31, 2008

Mucho se ha escrito sobre Manuelita Sáenz, y tenemos la imágen de una mujer muy orgullosa y dominante en uniforme con charreteras de quien escasamente sólo sabemos como ayudó al Libertador en la noche septembrina. El siguiente es un relato de un francés, Jean Baptiste Boussingault, experto en minería quien fue contratado para estudiar los suelos de Colombia. El fue amigo personal de Manuelita y en sus Memorias cuenta con detalles como era su forma de ser, como vivía, como era su relación con Bolívar, y detalles de lo ocurrido en la famosa noche del atentado. Al final se puede leer también, el extracto de un libro del siglo XIX sobre cómo fue expulsada de Colombia.

MANUELITA SÁENZ
Memorias de Jean Baptiste Boussingault, Tomo III, pág. 205
Manuelita no admitía su edad. Cuando la conocí parecía tener de 29 a 30 años: estaba en ese entonces en todo el esplendor de su belleza irregular: bella mujer, algo gruesa, de ojos cafés, mirada indecisa, de piel rosada de fondo blanco; cabellos negros. En cuanto a su forma de ser, nada que se pueda tratar de entender: de repente se comportaba como una gran dama, de repente como una ñapanga (grisette); ella bailaba con perfección el minueto o la cachuca (cancan).

Su conversación no tenía ningún interés cuando ella dejaba de adular con su coquetería; con inclinación a la burla, pero sin gracia; ceceaba ligeramente intencionalmente cuando visitaba a las damas del Ecuador. Tenía un encanto secreto para hacerse adorar. El doctor Cheyme decía de ella: «Es una mujer de una conformación singular!”; Jamás podría hacerle entender como estaba conformada.
Manuelita nació en Quito, a comienzos del siglo, donde su padre realizaba un comercio importante con España. Durante su juventud, lo acompañaba en sus viajes por la costa del Perú, de Guayaquil a Lima, donde durante un corto periodo ella debió ser como una especie de reina. A los diecisiete años ella entró al convento, como interna; ella aprendió allí a hacer trabajos con la aguja, bordados en oro y plata que son objeto de admiración para los extranjeros, y a preparar helados, sorbetes y mermeladas. Las religiosas enseñaban a sus pupilas a leer y a escribir: esto es todo lo que sabía una joven de buena familia. Las damas suramericanas, gracias a su vivacidad y a sus dotes naturales, son mujeres muy agradables. En cuanto a la educación, ellas están privadas de ella. En mis tiempos, ellas no leían nunca – ni siquiera libros malos; sin duda que existían raras excepciones.

Manuelita Sáenz fue sacada del convento por un joven oficial, Delhuyart, hijo de un químico, a quien se le debe el descubrimiento del tungsteno. Delhuyart padre, había entrado al servicio de España como ingeniero, y había sido enviado a América. Manuelita nunca hablaba de su fuga del convento. ¿Fue ella abandonada por su raptor y reintegrada a su familia? Eso lo ignoro.

Luego aparece en Lima, hacia el comienzo de la invasión de las tropas libertadoras del Perú, comandadas por Bolívar. Ella estaba entonces casada con médico inglés muy respetable, a quien ella abandonó para irse a vivir con el Libertador, en ese entonces en toda su gloria y con todo su poder dictatorial. La conducta del libertador fue universalmente censurada. El marido reclamó a su mujer dentro del término más efervescentes. A nadie le importó. Si yo no me equivoco, el recibió la orden de salir del Perú.

Jean Baptiste Boussingault
De todos modos, la opinión pública se pronunció contra tal abuso de poder, que Bolívar decidió enviar a Manuelita a la Nueva Granada, lugar donde yo la conocí. En Lima, Manuelita era de una inconsecuencia increíble. Ella se había convertido en una Mesalina. Los edecanes me contaron cosas increíbles y que solo el General ignoraba. Los amantes cuando están muy enamorados, son igual de ciegos a los esposos.
Una noche, a las once de la noche, Manuelita se presentó en el Palacio, en la casa del Libertador, quien la esperaba con impaciencia. Ella se le ocurrió pasar por un grupo de soldados de la guardia a las órdenes de un joven teniente. La loca comenzó a divertirse con los soldados, incluyendo al tambor. Pronto el general fue el más feliz de los hombres. Usualmente Manuelita iba por la noche donde el general; en una ocasión llegó inesperadamente y encontró en la cama de Bolívar un magnifico zarcillo de diamantes. Sucedió entonces una escena indescriptible: Manuelita, furiosa, quería arrancarle los ojos al Libertador; en ese entonces era una mujer vigorosa y estrecho tan fuertemente a su infiel que el pobre grande hombre se vio obligado a pedir socorro. A dos edecanes les costó trabajo arrancarlo de las garras de la tigresa, mientras el no cesaba de decirle: «Manuelita, tu te pierdes”.

Las uñas (muy bonitas uñas) habían hecho tantos estragos sobre la cara del infeliz, que durante ocho días él debió quedarse en su cuarto, y según dijo el estado mayor, por causa de una gripa. Pero durante los ocho días, el rasguñado recibió los mejores cuidados de su querida gata. Manuelita había terminado por hacer creer al general todo lo que ella quería. ¡Lo veremos!

En el curso de una conversación intima con sus oficiales, Bolívar se vio obligado a sostener que jamás había podido constatar que Manuelita satisficiera algunas necesidades que siente toda la humanidad: como ellos se manifestaran incrédulos, el añadió que tenía pruebas sobre lo que había dicho. En el curso de una navegación en el Océano Pacifico, Manuelita aceptó dejarse encerrar en una cabina que era vigilada con atención; un guardia permanecía en la puerta; la observación duró ocho días durante los cuales la prisionera no hizo ninguna emisión. Se puede pensar que sucede con frecuencia a personas embarcadas que no pueden ir al excusado por ocho, diez o quince días y este es un hecho conocido de los marinos; sin embargo prefiero admitir que Manuelita usó la superchería: hay que saber que ella nunca se separaba de una joven esclava, mulata de pelo lanoso y ensortijado, hermosa mujer siempre vestida de soldado, excepto en las circunstancias que contare mas .adelante. Ella era la sombra de su ama; tal vez también, pero esta es una suposición, la amante de su ama, de -acuerdo con un viejo muy común en el Perú, del cual fui testigo ocular con algunos camaradas, con quienes nos habíamos cotizado para asistir a la ceremonia impura, pero muy divertida, de una tertulia. Además no hacíamos gala de una moralidad muy severa. La mulata no tenía ningún interés en hacerse pasar por un ángel; encerrada con Manuelita en el camarote podía salir y entrar libremente. Se puede adivinar el resto.

Bolívar se había convertido el Libertador del Perú. La batalla de Ayacucho, ganada por Sucre, había destruido las fuerzas españolas; Sucre, nombrado Gran Mariscal de Ayacucho, fue nombrado presidente vitalicio del nuevo estado establecido en el Alto Perú (Bolivia). EI Libertador en el colmo de la gloria, llegaría a ver, esto dentro del orden natural, una época de decepciones. La ejecución del conde de Torresagby, acusado de haber conspirado a favor de la madre patria, trajo un cambio en los sentimientos de la población Peruana, en relación al ejército colombiano. Las damas de Lima corrompían a los oficiales libertadores. EI ocio de las tropas mal disciplinadas hizo nacer la insurrección. Muchos escuadrones se rebelaron contra la autoridad de Sucre. En Lima, toda una división se levanto. Los jefes fueron puestos en prisión por sus soldados y, en una palabra, apenas Bolívar partió, sólo un ejercito peruano se levantó contra el ejercito colombiano que los había liberado; se organizaron guerrillas en el Ecuador, en la provincia de Pasto.

EI Libertador había previsto estos movimientos y habiendo decidido regresar a Bogota antes de que estallaran, envió a su querida Manuelita al Ecuador. Desembarcada en Guayaquil partió hacia Quito con una escolta de cuatro granaderos escogidos que ella misma escogió, entre los más guapos del escuadrón; marcharon en jornadas cortas, sin otro sirviente que su mulata y en cinco días llegó a Quito. Una indiscreción del brigadier hizo que se conocieran los incidentes eróticos del camino.

Después de haber pasado un tiempo con su familia, Manuelita debió viajar a presentarse la Nueva Granada bajo la compañía de mi amigo el coronel Demarquet. La tempestad política aumentaba en el sur; Demarquet siempre afirmó que había sido un acompañante platónico. Manuelita se estableció en Bogota en una encantadora residencia y recibía casi a diario noticias de su amigo a quien las circunstancias retenían en el Perú. Fue en Bogota en donde la conocí y de quien contare las excentricidades y debo agregar, su lealtad y valor.

Manuelita siempre era muy notable; en la mañana vestía un négligé (camisa de dormir) que no dejaba de ser atractiva; tenía mucho cuidado de no disimular sus brazos desnudos: bordaba, mostrando los más lindos dedos del mundo; hablaba poco, fumaba con gracia y su forma de ser era modesta. Daba y recibía noticias.
De día salta vestida de oficial. Por la tarde, Manuelita sufría una metamorfosis. Ella se ponía a experimentar, creo yo, el efecto alcohólico de unos vasos de vino de oporto que le encantaban; sin duda se ponía roja; Sus cabellos estaban arreglados artísticamente. Ella tenía mucha vida, era muy alegre, nada intelectual, y usaba algunas veces expresiones medianamente arriesgadas.

Como todos los favoritos de altos personajes políticos, ella atraía a los oficiales del gobierno. Su amabilidad y su generosidad eran infinitas. Imprudente en exceso, ella cometía los actos más censurables sólo por el placer de hacerlo. Un día, cabalgando por las calles de Bogotá, ella se le acercó a un soldado que llevaba el santo y seña colocado, como de costumbre, en un papel en el extremo de su fusil; se lanzó al galope sobre el pobre infante y se lo quitó, fue asunto de un instante. El soldado hizo fuego sobre ella y ella tuvo que regresar y volver a poner el papel.

¡Un acto de locura!
Ella adoraba los animales y era dueña de un osezno insoportable que tenía el privilegio de circular por toda la casa. Al feo animal le gustaba jugar con los visitantes; si se le acariciaba arañaba las manos o se prendía de las piernas, de donde era difícil retirarlo. Una mañana hice una visita a Manuelita y como no se había levantado todavía, tuve que entrar a la alcoba y vi una escena aterradora: el oso estaba tendido sobre su ama, con sus horribles garras posadas sobre sus senos, Al verme entrar, Manuelita me dijo con gran calma:
- Don Juan, vaya a la cocina y traiga una taza de leche que colocara al pie de la cama: este diablo de oso no me quiere dejar.
La leche llegó y el animal, dejando lentamente a su victima, bajo para beber; después que lo hubo hecho llamo a un hombre, quien me ayudo a encadenarlo y llevarlo al patio a pesar de sus gruñidos. Algunos días después lo hice fusilar. Fue un inglés, Coxe, quien lo ejecutó.
-Vea usted, decía Manuelita, mostrándome su pecho, no estoy herida.
Se contaban escenas increíbles que pasaban en la casa de Manuelita y en las cuales, la mulata soldado, actuaba el papel principal. Esta mulata, el alter ego de su ama, era un ser singular, una comediante, una mima de primera clase, que hubiera tenido mucho éxito en el teatro. Tenía una facultad de imitación increíble; su rostro era impasible; como actor o actriz, exponía las cosas mas divertidas con una seriedad imperturbable La oí imitar a un monje predicando la Pasión; ¡nada mas cómico! Durante cerca de una hora nos tuvo bajo el encanto de su elocuencia, de sus gestos, las entonaciones de su voz eran interpretadas exactamente.
Aseguraban, pero estoy convencido de que esto si no era cierto, que en una escena de la Pasión habían crucificado a un mico. La verdad es que tenían una tendencia a burlarse de las cosas sagradas, afición muy imprudente y de mal gusto. Estos espectáculos no se efectuaban sino en las reuniones intimas así la mulata tomaba los vestidos de su sexo como el de ñapanga de Quito, ejecutaba las danzas mas lascivas para nuestra gran satisfacción; entre otras, un paso cuyo nombre he olvidado: la bailarina volteaba sobre si misma can gran rapidez, se detenía y se agachaba con su falda llena de aire, haciendo lo que los niños llaman “un queso” y seguía bajando hasta el suelo y al levantarse se alejaba dando vueltas de nuevo, pero en el sitio en donde había caído, se podía uno dar cuenta de que había hecho contacto con el piso. Esto arrancaba aplausos unánimes y era de una obscenidad asquerosa. Pronto la bailarina volvía vestida con su uniforme militar, tan seria que parecía que no era ella quien hubiese hecho esa representación escandalosa.

Jamás se conoció un amante de la mulata y creo que nunca amo con amor sino a Manuelita. En cuanto a Manuelita, yo no le conocí en Bogota sino dos enamorados ostensibles: el doctor Cheyme y un joven ingles de apellido Wills; ¡ningún otro!
¡Y nuestro querido Libertador escribía a mi amigo Illingworth pidiéndole que la vigilara bien y le diera buenos consejos!

Manuelita llevaba la excentricidad hasta la locura. Yendo de Bogota hacia el valle del Magdalena, llegue una tarde a Guaduas; el coronel Acosta, en cuya casa me iba a hospedar, vino a mi llorando para decirme que Manuelita se moría, que se había hecho morder por una serpiente de las mas venenosas. ¿Sería un suicidio? ¿Quería ella morir como Cleopatra? Fui a verla y la encontré tendida sobre un canapé, con el brazo derecho hinchado hasta el hombro.
¡Que bella estaba Manuelita mientras me explicaba que había querido darse cuenta si el veneno de la serpiente que me mostró, era tan fuerte como lo decían. Inmediatamente después de la mordedura se hizo que ella tomase bebidas alcohólicas calientes que es el remedio empleado por las gentes del país. Prescribí un ponche basándome en la opinión anterior muy acreditada en América del Sur, la cual asegura que la borrachera impide la acción del veneno: luego se le aplicaron cataplasmas en, el brazo y Manuelita se durmió; al día siguiente estaba bien. La deje persuadido de que había atentado contra sus días. ¿Por que?

¡La buena Manuelita era una de las mujeres livianas más curiosa! Una tarde pase por su casa para recibir una carta de recomendación que me había prometido, dirigida a su hermano, el general Sáenz, quien residía en el Ecuador, a donde yo debía viajar. Se acababa de levantar de la mesa y me recibió en un pequeño salón y en el curso de la conversación elogió la habilidad de sus compatriotas quiteñas para el bordado y como prueba se empeñó en mostrarme una camisa artísticamente trabajada. Entonces, sin más ni mas y con la mayor naturalidad, tomó la camisa que tenía puesta y la levanto de manera que yo pudiese examinar la obra de sus amigas. ¡Desde luego fui obligado a ver algo más que la tela bordada! y ella me dijo:
- Mire entonces son Juan, como está hecha.
- Pero hecha alrededor, respondí, haciendo alusión a sus piernas.
La situación se estaba convirtiendo embarazosa para mi pudor, cuando me sacó de peligro la entrada de Wills, a quien ella dijo, sin desconcertarse:
- Muestro a don Juan los bordados de Quito.
Arago contaba esta historia al general Baudrad, edecán del Luis Felipe, con quien cenamos en la casa de Poncelet, añadiendo: « ¡Esto no lo inventamos!” Lo que tal vez querría decir, que la prueba de la veracidad se encontraba en lo extraordinario de lo sucedido.

Manuelita aborrecía el matrimonio y sin embargo tenía la manía de casar a las personas, como diciéndoles: « ¡El himen no compromete a nada, es una pasión de placer!”. Especialmente yo fui uno de los escogidos para ser sus victimas: hay que saber que en ese entonces en América española, el matrimonio era un acto puramente religioso. Era suficiente que en presencia de un sacerdote, los futuros declararan que deseaban ser unidos; recibían la bendición y ahí terminaba todo.

Se casaban en cualquier parte: en la calle, en el baile y así muchos de mis camaradas quedaron casados entre dos vasos de ponche, entre otros el coronel Demarquet, quien después se mordía los dedos, aunque su mujer fuera bella, encantadora y procedente de una familia muy honorable.

Una noche había tertulia en casa de Pepe Paris, quien se había convertido en hombre acaudalado explotando las minas de esmeraldas. Su hija era una persona deliciosa, muy bajita, uno cincuenta metros y realmente había una afinidad entre ella y yo. Manuelita participaba en la reunión y al filo de la media noche, cuando todos estábamos un tanto sobreexcitados, un amigo ingles se acercó para decirme al oído: “Don Juan, tenga cuidado, hay un cura que va hacer su aparición”. Entonces, sin que nadie se diera cuenta, procedí a retirarme discretamente.

A pocos días de esto, me encontré con mi novia Manuelita -precisamente el mismo nombre de la favorita- y le plantee claramente la propuesta de matrimonio, con la condición de que tendría que vivir en Europa. Manuelita no tenía inconveniente en pasar una temporada en Francia; pero me declaró francamente que no le gustaría establecerse allá. La deje, después de haberle besado su mano en miniatura; mi asistente me esperaba en la puerta de la casa; salte a caballo y salí para el Magdalena. No volví a ver ala pequeña y graciosa Manuelita Paris.
Dejó las excentricidades, las inconsecuencias y lo que se podría llamar actos de locura de la otra Manuelita, para mostrar el valor y la devoción de que era capaz.
Ella había dado pruebas de su valor militar; al lado del general Sucre, asistió lanza en mano, a la batalla de Ayacucho, último encuentro que tuvo lugar entre americanos y españoles, en donde recogió, a manera de trofeo, los estupendos mostachos de los que se hizo hacer postizos.

Se puede decir que tenía entrenamiento, de lo cual no cabe duda, pero Manuelita, como se va a ver, estaba dotada de gran valor, de sangre fría y de una calma increíble, en las circunstancias más peligrosas [...]
Un Congreso improvisado en Bogota proclamó a Bolívar dictador supremo y naturalmente llegaron las adhesiones de todos los puntos del territorio. EI dictador subió al poder el 4 de junio de 1828; promulgó algunas medidas financieras que no tuvieron éxito, pues las Cajas del Estado estaban vacías; llovieron los decretos, las proclamas y las declaraciones patrióticas, A pesar de los memoriales aprobatorios de las poblaciones, no podía desconocerse .que se manifestaba, por todas partes, una especie de fermentación silenciosa contra lo que llamaban y no sin razón, el despotismo de Bolívar. Guayaquil, Quito y Caracas ya no obedecían a las órdenes que emanaban de Bogota; de hecho, el gobierno central ya no existía, Había partidarios levantados en favor de España en las costas, .en los llanos de Venezuela y en la provincia de los Pastos. A pesar de lo que dijeran las autoridades, se estaba en la mas completa anarquía; en Bogota el partido monárquico conspiraba activamente, se llevaban a cabo reuniones nocturnas donde los hombres mas importantes; nadie se escondía, la policía lo sabia y no hacia nada; hay que decirlo, se le temía a los conspiradores, quienes, después de todo conspiraban en favor de la libertad, esta era su excusa y su fuerza; aun cuando en realidad entre muchos de ellos hubiera mas ambición que patriotismo.

La sociedad mas activa era la de los jóvenes que se reunían para estudiar; muchos eran profesionales o alumnos del colegio de San Bartolomé; su objetivo secreta era el de expulsar al gobierno del Libertador. Se supo después que este movimiento estaba dirigido por un viejo francés, Arganil, uno de los “sans culottes” de Marsella en 1793, por otro francés muy exaltado, Auguste Horment y por un oficial venezolano, el comandante Pedro Carujo. La sociedad había decidido al principio que la revolución estallaría el 28 de octubre en el curso de una fiesta que–se le ofrecería a Bolívar para celebrar el día de San Simón. Diversas circunstancias les impidieron actuar.

LA NOCHE SEPTEMBRINA


Las sociedades secretas son generalmente traicionadas por la imprudencia de sus afiliados; esto fue lo que sucedió el 25 de septiembre. Un oficial, Francisco Salazar, informó a la policía que un tal Benedicto Triana le había propuesto participar en una conspiración que tenía por objeto matar al Libertador. Triana fue inmediatamente detenido e incomunicado, pero no se le encontró nada de comprometedor y no se tomo ninguna medida. Sin embargo, los conjurados creyendo haber sido descubiertos, se reunieron al atardecer en casa de uno de ellos, Luis Vargas Tejada; se convino en actuar sin demora, los cometidos fueron distribuidos; se contaba con el jefe del estado mayor, Ramón Guerra, con el comandante de las baterías de artillería, Rudesindo Silva, con varios oficiales y algunos estudiantes. Los comandantes Carujo, Horment, Sulaivar y el teniente López, fueron encargados de atacar el Palacio y de matar a Bolívar. A media noche, encabezando un piquete de artilleros seguidos de conjurados, Carujo sorprendió al oficial de guardia, mato a los centinelas y penetro en el palacio, después de haber hecho prisioneros a los hombres de turno. Un joven edecán, Ibarra, trato de detenerlos y fue repelido después de haber recibido una herida grave. Bolívar habitaba un entresuelo y los conjurados quisieron entrar allí, golpearon con fuerza y cuando iban a tumbar la puerta apareció Manuelita.
- ¿Que quieren ustedes?- les pregunto con gran calma.
- - ¡A Bolívar!
- - No esta aquí, pueden buscarlo.
Se busco en vano porque ella, al escuchar el ruido, adivino una conspiración e inmediatamente, con ayuda de una sabana atada a una ventana que daba sobre la calle, había hecho escapar al Libertador. Puede juzgarse cual fue la sorpresa de los conjurados.
- ¿Pero donde está el general?
- Está acostado.
- - Llévenos a donde está él.
- -Sí, pero con una condición: que no lo matarán.
- La prometemos.
- - Entonces síganme.
Manuelita, a la cabeza de estos hombres enfurecidos hasta la demencia, los hizo recorrer todos los pisos del Palacio: se subió, se bajo y al fin se regreso al punto de salida. La impaciencia de los conjurados era extrema: de pronto, Manuelita se volteo hacia la horda furiosa y les dijo:
- Use una estratagema para ganar tiempo. Ya Bolívar esta fuera de peligro. Luego cruzando los brazos sobre su pecho, agregó “lo he hecho escapar por esta ventana, si quieren mátenme”. La tumbaron, la maltrataron y uno de los conspiradores la golpeo en la cabeza con su bota; diez puñales se levantaron sobre ella quien no dejaba de gritarles:
- ¡Pero mátenme, cobardes, maten a una mujer!
Tiempo después todavía se veía sobre la frente de Manuelita el rastro del golpe que le habían dado.
Los conspiradores salieron de palacio, desesperados de que su victima se hubiera escapado, gritando “EI tirano ha muerto”. Al salir encontraron al coronel Ferguson, edecán de servicio, quien se dirigía a su puesto: Carujo lo mató de un tiro de pistola. El “tirano”, una vez en la calle, corrió a esconderse en los pliegues del terreno, por donde corre un riachuelo, mientras se terminaba el drama que casi le cuesta la vida. Existía en Bogota el batallón Vargas, cuyo cuartel Silva ataco sin éxito, con una batería de artillería. Los soldados dispararon desde las ventanas sobre los artilleros, tomaron los cañones y logrando una salida, persiguieron a los atacantes en todas direcciones. El general que lo comandaba encabezó las tropas que permanecían fieles y lanzó, en persecución de los revoltosos, a los granaderos de a caballo, quienes hicieron numerosos prisioneros.
Sucedió lo que se puede observar en todos los golpes sorpresivos y es que los indecisos -que eran numerosos- se pronunciaron por los vencedores. Yo conocí a varios que se condujeron en esa forma, entre otros, al vicepresidente de la Republica general Santander.
En el curso de esta escena nocturna hubo mucha agitación; los bravos aparecieron cuando el peligro había pasado y cada uno hacia valer .los servicios que había prestado, según aseguraba. Pero se puede afirmar que a quien se debió el éxito fue al batallón Vargas y especialmente a su comandante, el coronel Whitle, excelente y valeroso oficial cuyo triste fin tendré que contar mas adelante. Mientras se desarrollaban los sucesos que acabo de contar, el Libertador había pasado tres horas en el río San Francisco, dentro de la mas viva inquietud. Cuando cesó el fuego ignoraba por completo cual había sido el resultado de la conspiración que había sido tramada contra el, Sus amigos, después de la victoria, no sabían la suerte que el había corrido; fue por casualidad que una de las patrullas del batallón Vargas paso cerca del sitio en donde estaba escondido y oyó a los soldados que por medio de sus gritos de alegría informaban la derrota de los conjurados. Bolívar pudo entonces reunirse con sus amigos en la plaza de la catedral; de allí, después de haber recorrido la ciudad, entró triunfante al palacio de donde, algunas horas antes, había salido tristemente por una ventana. Los conspiradores perseguidos por la tropa y por el pueblo, fueron detenidos casi todos y el general Santander fue llevado a prisión al día siguiente, aun cuando no hubiese cooperado activamente en la revuelta.

DETÉNTE, ESPECTADOR, UN MOMENTO
Y MÍRA EL LUGAR POR DONDE SE SALVÓ
EL PADRE Y LIBERTADOR DE LA PATRIA
SIMÓN BOLÍVAR
EN LA NEFANDA NOCHE SEPTEMBRINA
1828
(Traducción del latín inscrito en la placa de la ventana)

Bolívar se afectó profundamente con los sucesos de 25 de septiembre y puede decirse que aun cuando escapó de milagro, fue realmente asesinado porque a partir de esa fecha su salud declinó muy rápidamente. Un tribunal extraordinario formado por cuatro oficiales superiores y cuatro jueces civiles, procedió a juzgar a los prisioneros. Horment, Sulaivar, el comandante Silva y los tenientes Galindo y López fueron condenados y fusilados el 30 de septiembre. Se instituyó otro tribunal puramente militar presidido por el general Urdaneta, con la asesoría de mi amigo el coronel Barriga. El2 de octubre se pronunció una sentencia de muerte contra el coronel Guerra y el general Padilla. Algunos días después -el 14- fueron pasados por las armas un joven muy instruido Pedro Celestino Azuero, profesor de filosofía en el colegio de San Bartolomé y algunos artilleros. El miserable Carujo, asesino de Ferguson, escapó al suplicio, gracias a las revelaciones que hizo; varios de los conspiradores escaparon de la muerte porque huyeron o porque les fue conmutada la pena.

Esa fue la conspiración del 25 de septiembre en la cual Manuelita mostró un gran corazón, audacia y una rara presencia de espíritu. Nada tan divertido como su relato de la fuga del general.
- Figúrese, decía ella, que quería defenderse. ¡Dios! Si que era cómico, en camisa y con la espada en mano. Don Quijote en persona; ¡si no lo hubiese hecho saltar por la ventana, habría sido hombre muerto!
¡Pobre Manuelita! Hacia el fin de su carrera, Bolívar ya desaparecido, ella cayó en la miseria. Un amigo la encontró en Paita, sobre la costa del Perú, vendiendo cigarros, siempre alegre, afable, había engordado extraordinariamente, lo que nadie había previsto en la época de su grandeza.
MANUELITA ES EXPULSADA DE BOGOTÁ
Vida de Rufino Cuervo y Noticias de su época
Tomo Primero - 1892 pág. 192
[...] Entre los incidentes relacionados con la conspiración y producidos por la saña mezquina e implacable de los partidos, no dejaremos sin mencionar la expulsión de doña Manuela Sáenz, aquella mujer que Bolívar llevó a Bogotá después de la campaña del Perú, y harto conocida por el escandaloso alarde que hacía de esas altas relaciones a los ojos de una sociedad en parte amedrentada y en parte demasiado agradecida. Tuvo decisiva influencia en la suerte de la República cuando la noche del 25 de Septiembre, atajando en la puerta de la alcoba a los conspiradores, dio tiempo para que el Libertador se escapase por una ventana; y constantemente ocupó la atención pública con sus locuras. Se presentaba con frecuencia a caballo vestida de oficial y seguida de dos esclavas negras con uniforme de húsares, que se llamaban Natán y Jonatás.
En este traje, ella espada en mano y las negras con lanza, salieron en 1830, la víspera de Corpus, y rompiendo en la plaza mayor por la muchedumbre y atropellando las guardias, fueron a desbaratar los castillos de pólvora en que se decía haber figuras caricaturescas del Libertador. Días después en la entrada solemne del presidente electo Joaquín Mosquera, se desató públicamente en improperios contra el gobierno y la población, acusándola de ingrata para con su Libertador. Cuando éste dejó a Bogotá, fue su casa el centro de los bolivianos exaltados, y durante la dictadura de Urdaneta, tuvo gran mano en la cosa pública. Restablecido el gobierno legítimo en 1831, se le intimó al destierro de orden del vicepresidente Caicedo; lo cual no pasó de una pura amenaza. Sindicada luego de acoger a los desafectos y auxiliar a los conspiradores, se le exigió privadamente en varias ocasiones que saliese del país.
En estas circunstancias dejó el Doctor Cuervo temporalmente la gobernación, y la primera medida de su sustituto fue notificarle el extrañamiento, dándole plazo de algunos días para que arreglase sus asuntos; pensando ella sin duda que no se atreverían a sacarla por fuerza, se finge enferma; el día fijado a las tres de la tarde el alcalde ordinario acompañado de un alguacil se presenta en la casa, y dejando en la puerta de la calle diez soldados y ocho presidiarios, penetra hasta la alcoba a despecho de las voces y amenazas de las negras, y le requiere que se vista y se ponga en camino.
Ella incorporándose, toma sus pistolas y jura que matará al primero que se le acerque; el alcalde se retira en busca de nuevas instrucciones, y reiterada la orden, vuelve, quítanle las armas, métenla, arropándola decentemente, en una silla de manos, y no siendo ya hora de emprender viaje, los presidiarios la llevan al Divorcio, ósea la cárcel de mujeres, y encierran a las negras en sendos calabozos. Al día siguiente (14 de enero de 1834), también en silla de manos y acompañada por el alcalde, llega a Funza, donde estaban los caballos preparados por el gobierno para la marcha, y recobrando su buen humor, sigue contenta su viaje para el Ecuador por la vía de Cartagena. [..]
*Grabados:Manuelita Sáenz, Jean Baptiste Boussingault

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